Vamos a una isla con una playa desierta, agua turquesa, arena blanca y palmeras. Nos alimentaremos de bananas, cocos y los peces que pesquemos (de seguro una fuente de agua cristalina tiene que haber); le decimos al barquero que nos deje y que no se preocupe por hacernos volver; nuestra madre océano sabrá cuidar de nosotros y cuando se nos acaben las provisiones, nos volveremos con cualquiera de los barquitos que pasen cerca…
Este mismo pensamiento gira por la cabeza de cada mochilero, de cada gitano del mar que se acerca a las playas del sur de Tailandia con la ilusión de encontrar la playa perfecta, de llegar a lugares que otros no llegan. Yo era de los que pensaban que podía encontrar la perfección toda junta pero en este viaje me di cuenta que estaba equivocado; fue la suma de las varias partes encontradas a lo largo del recorrido de este maravilloso país la que me hizo dar con esa perfección tantas veces imaginada porque te aseguro que Tailandia guarda pedacitos de perfección en cada rincón; está en uno descubrirlos a cada paso…
Nuestro viaje comenzaba en Bangkok, en la Kao San Road, aquella porción de ciudad cosmopolita donde todo se puede conseguir a un muy bajo precio, donde el ruido y el caos son proporcionales a los colores que se ven, a las nacionalidades que se reflejan en los acentos que se escuchan en boca de los viajeros de distintas partes del mundo, al alcohol que circula durante las noches.
Ansiosos por descubrir las playas, escapamos de la ciudad tan pronto pudimos. Recordar las increíbles imágenes vistas en fotos y postales, me impuso la necesidad personal de encontrarlas cuanto antes para poder sentirlas, experimentarlas y vivirlas en persona y por mí mismo; quería conocer las cualidades y particularidades que las hacían tan famosas en todo el mundo. Antes de partir hacia ellas, no pude resistir la tentación del masaje tailandés. Absolutamente todo (la cómoda colchoneta sobre la que te acostás, la bella tailandesa con sus toques delicados pero intensos y el estado adormecido en el que inevitablemente entras) hacen que el recuerdo de esos masajes te sigan acompañando durante todo el viaje y más también.
Fueron seis estaciones marinas las que experimentamos y en cada una de ellas, les aseguro, sentí algo diferente.
Digo esto porque siempre que se recorren varias playas paradisíacas todas juntas está el miedo de sufrir el famoso “mal de playa” que nos hace creer que finalmente son todas iguales. Nada más alejado en el caso de las playas Tailandesas. Cada una tocó y despertó una parte diferente de mis sentidos y confieso que pude disfrutar todas de una manera impensada.
KO PHI PHI
Llegados a Ko Phi Phi (don), confirmamos que las playas eran hermosas pero las verdaderamente increíbles estaban en Ko Phi Phi Lee; a tan solo unos pocos kilómetros de donde nos encontrábamos. “¿A cuanto estará?” “¿A 4 kms?” “¿Dará para nadarlos?”, nos preguntábamos con mis amigos. Mejor no hacerse el héroe y pagarle a un barquero que en menos de media hora te depositará enterito en el paraíso. Aunque casi siempre esté lleno de turistas, te aseguro es un paraíso sin igual.
Si bien no está permitido quedarse a dormir en la isla, cuando baja la marea hay una playita al costado de la “Maya Bay” donde, si te escondes de los guardaparques hasta que baja el sol, podes tener al otro día el amanecer más fascinante que puedas imaginarte en una isla solo para vos. Si en algún momento llegas a ir a estas playas, aconsejo no dejes de intentarlo. Realmente vale la pena correr el riesgo.
KO LANTA
Pasamos unos días en la extensa Ko Lanta y luego partimos a la dupla conformada por Hat Ton Sai, hogar sin autos, sueño de los escaladores; también de monos y hippies. Cabo por medio, está la playa “Railey”, buen complemento para la primera; mucho más confort y un mar entre verde y turquesa siempre disponible para nadar, no hacer nada durante horas adentro del mar o andar en Kayak atravesando los peñascos de piedra caliza por debajo.
KO PAN GAN
Si se acerca el día de luna llena y estás por el sur de Tailandia, Ko Pan Gan es cita obligada. Nosotros andábamos por ahí así que éste fue nuestro próximo destino. La “Full moon party” como se la conoce, incluía: fiesta de la espuma, pool party, juegos con fuegos, personas con el cuerpo todo pintado, increíbles reservados en el mar, muy buena música y bastante alcohol.
El calor permanente, infaltable invitado, garantiza que una bermuda o bikini sean las prendas perfectas para esta fiesta. La arena, otro de sus invitados estrella, hace los tropezones más leves y menos dolorosos. El resultado es el que vos quieras, pero la fiesta está garantizada.
HAT TON SAI
Y si Hat Tong Sai es el paraíso de los escaladores, Ko Thao, a donde nos dirigíamos, lo es para los que bucean y practican Apnea. Arenas blancas, aguas color zafiro y miles de colores decorando los peces que te acompañan a nadar bien por debajo del mar. Bucear es lo más! Entras en un estado de pureza mental que no te podes imaginar. Te acompañan el azul profundo de un mar que descubrís eterno y un tremendo cocktail de colores que nunca imaginaste posible. Nada como visitar el universo azul profundo iluminado por los rayos del sol pero si está nublado, bucea igual!
KO THAO
Ko Thao es la meca del buceo y de la apnea, por tener unas playas con aguas super transparentes y tranquilas. El pueblo también es super tranquilo, y es especial para bajar un cambio después de tanto agite en Ko Pan Gan.

KO PAYAM
Todo lo que no habíamos encontrado en las otras playas, lo pudimos encontrar en la última que visitamos: Ko Payam. Ésta, no figuraba en nuestra guía de viajes, tampoco en mi rústico mapita de Tailandia pero los mochileros compañeros de viaje nos la habían comentado y súper recomendado. Nadé hasta cansarme junto a Euge en sus aguas a veces tranquilas, a veces movidas y disfruté a pleno su ambiente rústico, hippie y casi desierto porque como la temporada de lluvia se venía acercando, prácticamente todos los bungalows y barcitos estaban cerrados; no había Internet, ni cajeros, ni nada; solo el mar, la arena y lo que nosotros queríamos ser y hacer.
Fue ahí donde, increíblemente, encontré la esencia misma de las cosas, donde dí con el todo. Tanto buscar y buscar y fue justamente donde no había nada donde pude encontrar todo…
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