Sujétate a la cuerda Las corrientes van a crecer Arrástrame hacia ellas… Sabés que hay algo allí Y todos estamos permitidos a soñar acerca de la próxima Oh, oh la próxima vez, que nos toquemos.
OCEANS, Pearl Jam
ondas en el marsueño cumplido
YO, SURFER
Siempre tuve un sueño: Pararme sobre una tabla de surf. Y cuando saqué pasaje a Florianópolis en la primavera del 2011, a mis ya casi culposos 32 años, sentí que ese sueño podía cumplirse. Hacía como 5 años que tenía una tabla de surf en Valeria del mar, pero la pobre estaba bastante hecha mierda, y casi no tenía flotabilidad, por lo que pararse encima era una tarea algo menos que imposible. Estaba buena para barrenar olas, pero no mucho más. Intenté muchas veces en la costa bonaerense, pero siempre terminaba tirado y con lastimaduras.
surfer contra viento y marea
La llegada lluviosa, por la noche, viajando en un bondi repleto de personas no fue lo que esperaba, pero sirvió para darme cuenta de que Floripa era grande, y que si no tenía urgencias mayores, mi lugar sería uno solo a lo largo de toda mi estadía.
Elegí Barra da Lagoa, lugar tranquilo, temporada bajísima, y poca a nula gente en la playa.
El día siguiente, desde el mirador del comedor, tomando mi café da manha, contemplaba la playa, a 100 metros, completamente nublada a las 9 de la mañana, con nubes a las 10, y ya despejada de nubes a las 11 de la mañana. Sonaba un reggae brasilero de Natiruts en la compu del hostel. Conversando con Yani, la chica argentina que preparaba el desayuno, me puso al tanto de la isla y de como era el ritmo del hostel por esos días.
Hice las averiguaciones necesarias, y me dijeron que en esa playa había escuelas de surf, pero que eran caritas. Igual por un sueño los precios no cuentan. Como en el hostel nos dejaban usar las tablas que había, probé varios días por mi cuenta, y un buen día, fui a tomar un aula de surf. Me dieron una tabla de 10 pies, inmensa, y con una flotabilidad increíble. Luego de un par de indicaciones me intenté subir a unas olas pero el resultado era indefectiblemente el agua. Hasta que le agarré la mano, y en una gran (pequeña) ola comencé a remar como si estuviera en la final de los 50 metros estilo libre en una olimpíada.
¡Uno, dos, tres, arriba! Me grité a mi mismo, y ahí nomás estaba yo, parado sobre una tabla, ella moviéndose hacia adelante, y todo el universo a mi alrededor observando como yo cumplía uno de mis sueños de la adolescencia.
Después probé con tablas más pequeñas, de 7 u 8 pies, y la sensación era mucho mejor. La adrenalina que corre en el momento en que uno esta en la tabla es única. Mi estado era de felicidad absoluta, el sueño estaba cumplido.
Pero estoy subiendo alto entre las olas Dónde puedo sentir como si tuviera un alma que se ha guardado Dónde puedo sentir que he Colocado mi tumba temprana Tengo que decir ahora Mejor fuerte que demasiado tarde
Amongst the waves , Pearl Jam
girls surfers sobre las tablas
LOS SURFERS
Ser surfer es lo que veo en este momento; día de lluvia, frio, horrible, y ellos están ahí en el mar, metidos con su traje de neoprene, luchando contra las olas. Casi no se ve el morro de la bruma que hay, pero ellos siguen… keep going.
Ser surfer es un estilo de vida, y todo el mundo se crea alrededor de eso. Hay escuelas de surf, hay gente que trabaja ahí vendiendo, sacando fotos, y también están las fieles mujeres de los surfers, que los acompañan y se quedan ahí, na beira do mar, esperando a que terminen su deporte, disfrutando del mar. Ser surfer es amar al mar como a la naturaleza misma.
Con lluvia, con frío, con calor, a la madrugada, de noche, ellos siempre estarán ahí, en el mar, desafiando el oleaje. Ser surfer es una cultura, una tradición, se transmite de padre a hijo, se comparte en familia, con su mujer, esa hermosa girl surfer, que aveces se trepa a las olas, y otras se queda cuidando de los chicos en la playa.
De lejos uno los ve y parecen delfines en el mar. Les atribuye un cuerpo escultural y 2 metros de altura. De pronto cuando se acerca, me doy cuenta que nuestro héroe no es más que un chico de unos 14 años, y tiene el cuerpo que tenía yo a esa misma edad. Eso es práctica, y el que practica, consigue lo que desea.
Yo siento la necesidad plantada en mí Hace millones de años No puedes ver el tamaño de los océanos? Definiendo tiempo y marea levantándose Brazos se pusieron en mí Siendo tan amable Para permitirme montar
Big Wave, Pearl Jam
girl surfer debajo de la tabla
GIRL SURF
A pesar de que el mar estaba bravo ella se animó y se fue al mar con su tabla y su bikini a lunares. Contra mi pronóstico, la chica montó la primer ola que tomó con la misma audacia que una leona que se trepa en el lomo de un bufalo. Las siguientes intercambia buenas y malas, y después de una serie de olas, el mar se calma, y ella y su compañera se tumban al sol sobre sus tablas, en el medio del mar, con una tranquilidad envidiable. Después de unas cuantas olas, la chica sale con su tabla encima de su cabeza, la deja, y se tumba al sol. Una gota de sudor se lanza en profundidad por un tobogán curvo en la espalda dorada de la chica que hasta hace unos minutos estaba domando a las olas, y ahora se tira con su lona a disfrutar del sol. Una tenue brisa corre desde el mar hacia el morro, y la piel dorada de nuestra surf girl se va erizando hasta mutar a una piel de gallina. Cuando pasa la brisa y el cuerpo se seca, la piel vuelve a la normalidad y comienza a calentarse. El sol cada día la dorará más, y le irá marcando esa diferenciación entre la piel dorada por el sol y la piel blanca a la cual es sol pocas veces tuvo acceso.
Bikini a triángulos negros sobre una piel dorada por el sol. Gotas cayendo sobre la perfecta anatomía femenina, con el sol de testigo. Mientras caminan danzan sobre la arena, son reinas del mar y de nuestra madre océano.
Y al otro día, esa misma chica de neopren encima y bikini debajo que parecía un tigre mezclado con un delfín junto a su tabla de surf, que amenazaba con sus ojos a quien se interponga en su ola, que con su pelo rubio de parafina ocultaba su belleza, que conseguía pararse sobre el agua como cualquier persona se para sobre el piso, que batallaba por horas bajo el sol y la sal, que no le temía a las rocas, ni a las revueltas, a los 20 minutos de terminada su pasión se la podía ver cruzando el moro y llegar a Praia Mole, tranquila y solitaria, para sacarse la parte de arriba de la bikini y tumbarse al sol esperando recobrar en ese breve descanso toda la energía que dejo entre las aguas del mar.