
Alguna hora de la madrugada…
Madrugada, hora sin especificar, en el aire, en alguna parte entre Buenos Aires y Londres, arriba del avión de British Airways. Estaba muy dormido pero el alboroto me hizo despertar. Hay azafatas yendo y viniendo y todos enderezan los asientos, ósea que nos van a traer la comida, y como lo anterior fue la cena, deduzco que esto es el desayuno. Muy ansioso espero mi plato, pero me decepciono inmediatamente al verlo;
una salchicha tostada y caliente, una cebolla cocida, y un tomate cocido. Peor no lo podría haber soñado. Me tomo el café y tres galletitas de agua malhumorado. Los ingleses ya empezaban a tratarme mal antes de llegar a su tierra.
5 de la mañana en Valeria del Mar, Argentina.
Mis amigos y yo, todos rondando los 16 años, venimos de una noche sin hacer prácticamente nada, solo ir al mástil (representante de un centro inexistente), ir a unos videos juegos de mala muerte, después un canto bar, donde la misma chica canta todos los días las mismas canciones, hablar un poco de bueyes perdidos, y a eso de las 4 de la mañana, la pregunta que siempre asoma;
¿Nos vamos a dormir o esperamos a las 5 que abra el de los churros?
Si gana la segunda opción, nos resta una hora que por lo general nos íbamos a la playa a ver como se iban apagando las estrellas, y a las 5, reclamábamos nuestros justificados churros con dulce de leche bañados con chocolate. Una bomba atómica.
6 de la mañana en Ko Payam, Tailandia.
Me levanto temprano de la cama de tres que comparto con mis amigas españolas que son pareja, veo a la alemana en la hamaca paraguaya (que sigue devorándose el libro “The beach” y que después me prometió que me lo iba a prestar), y contemplo el mar a unos metros en toda su dimensión.
Sé que no voy a desayunar hasta dentro de unas tres horas, cuando la cafetería del francés abra sus puertas, ahí a tres cuadras, la única que queda abierta en el fin de la temporada por esa zona. Por delante tengo una clase de yoga con una profe rosarina, y después una ducha refrescante en el mar para empezar el día.
Después vendrá el café con tostadas y miel de premio, y una leche de soja en el mercado de enfrente. Siento que no puedo ser más feliz.
6 30 AM Playa Blanca, Colombia.
Los primeros rayos de la mañana me despiertan. La hamaca paraguaya no es lo más confortable del mundo, pero me sirvió para descansar horizontalmente estos días.
No tengo nada para desayunar, tampoco tengo nada de plata porque me pensaba quedar un día y este es mi cuarto día, pero igualmente el chamaco me prometió café y pan por la mañana, así que soy paciente y espero.
Aprovecho para tirarme a nadar en el mar turquesa, ahora que no hay viento y el agua está totalmente planchada. Esto es el paraíso. Al rato veo el bote del chamaco volver con la pesca del día. Uno de los pescados que trae será mi almuerzo, cabeza incluida porque cuando hay hambre todo se come, junto con un poco de arroz y una rodaja de tomate. Tipo 8 y pico mamá Ruth me trae un café y un poco de pan, y desayuno mientras converso con esta familia colombiana que se apiadó de mí y me tomó como parte de la familia. Esto es el paraíso…

7 de la mañana en Cuzco, Perú.
Mi sesaca es atroz. Tomé mucho y solo dormí 1 hora. Esta fresco pá chomba. Nos levantamos y el olor a pescado que están desayunando los peruanos del hostel me tumba y casi me hace vomitar.
En 30 minutos partimos con mis amigos al km 88 con nuestras mochilas, carpas, comida y todo, y de ahí directo a Machu Pichu. No puedo desayunar, tengo 5 cuba libres atravesados en mi garganta. Igual tengo 20 años, y aunque me hubiese pasado un camión por arriba, mi aguante es mayor, así que partimos sin problemas. Mi desayuno será en unas horas, tan solo unas barras de cereal que compramos de provisiones y mucha agua mineral. El primer día fue duro, pero ya pronto estaré recuperado.

8 de la mañana en Córdoba, Argentina.
Me despierta el despertador, y estoy en el Hotel Panamericano de Córdoba, durmiendo en una habitación gigante solo para mí, al igual que otros 5 compañeros de trabajo, y otras 5 compañeras en el mismo hotel. Todavía no entiendo cómo es que ninguno se encamó con ninguno. O quizás ya pasó, pero yo ni me enteré. En una hora saldremos a hacer trabajo de campo por la ciudad, pero antes, por suerte, está el desayuno; jugo de naranja, café con leche, 2 medialunas (que terminan siendo como 5), repito jugo, repito café, ensalada de frutas, alguna fruta entera, repito algunas cosas más, y ya estoy listo para empezar a trabajar (previo paso por el baño, claro, tampoco puedo retener tanto).
Cargamos el termo, nos afanamos alguna que otra medialuna, algún pancito con jamón y queso que sirva para engañar el estomago a media mañana, y ahora si a empezar el día!
9 de la mañana en el lago Falkner, Estamos en una playita al lado del lago, en una carpa canadiense junto a mis compañeros de viaje.
Hace mucho frio, y encima llueve, y además tengo hambre. Hacer una fogatita con ramas como las veníamos haciendo se torno imposible, y hay que implementar la táctica amistad para que nuestras vecinas se copen y nos dejen calentar agua para un té caliente, que a esta altura lo veíamos como el mejor de los manjares, junto con el pan que compramos hace unos días atrás y que todavía no se transformó en piedra.
9 30 AM, Florianópolis, Brasil.
Apenas me levanto miro el cielo y esta todo gris oscuro. ¿Otro día de lluvia? Igual las esperanzas nunca se pierden.
Voy al salón a tomar el café da manha, saludo a Yani, la chica argentina que hace de cocinera de la mañana y desde el balcón la niebla espesa casi no deja ver el mar, ahí a 200 metros de distancia.
Hoy iba a ser un día de surf, espero que el cielo se comporte y se torne azul. . Poco a poco voy tomando fuerzas; un café, um suco de goiabá, un mixto quente, umas frutas (banana, papaya, mango) y alguna croissant, otros cafés, jugos, y ya estoy listo para (previa digestión) enfrentar el día y las olas. En el lapso de 2 horas el cielo se abre totalmente y ahora el sol, el calor y el color azul se apoderan de la playa. No aguanto por agarrar una tabla del hostel y caminar a la playa a desafiar el oleaje. Después un acai na tigela será el premio por el esfuerzo. Que nadie me saque de acá por favor, que ahora siento que estoy vivo!

10 de la mañana en Puerto Viejo, Costa Rica.
El sonido de los pájaros y algún mono aullador nos despierta. El calor ya se hace sentir, hoy será otro día genial por suerte.
Me levanto de la cama gigante antes que mi chica, y veo desde la ventana a Antonio que está cortando las frutas.
Para cuando nos sentemos, tendremos nuestro café de Costa Rica, tostadas con mermeladas, una gama de 4 o 5 frutas (mango, piña, maracuyá, papaya y una que no conozco) y un licuado de piña. A eso se le llama empezar bien el día.
11 de la mañana en París, Francia.
Me levanté tarde porque en unos minutos tengo que dejar la habitación, y como ni siquiera tengo el desayuno incluido, me quedé ordenando la mochila tranquilo. Mis compañeros de cuarto ya se fueron.
No termino de acomodarme a los desayunos europeos, y definitivamente extraño los desayunos brasileros.
Cuando salga a la calle me tomaré un café al paso y me compraré alguna baguette o croissant en alguna boulangerie, y ese será mi super desayuno.
11 30 hs, hora casi límite del desayuno.
Si uno se levanta en un hotel con desayuno incluido, la decepción es gigante, porque cuando llegas al salón desayunador ves que todo lo que había para desayunar ya lo levantaron, y con suerte te dejan servirte un café.
Si te levantas en cualquier parte no sabés si tirar un ratito más y almorzar, o desayunar algo sabiendo que vas a terminar almorzando tarde. En mi casa ese es la hora de unos ricos mates, el rey indiscutido de las 11 de la mañana. Y para los modernos, por qué no un buen Brunch, mezcla de desayuno y almuerzo, es decir, comerte la pizza que sobró de ayer con un cafe caliente. Guala!