Uno de los viajes peores vistos por los “viajeros” es el que se refiere a las vacaciones a la costa Atlántica,
a los típicos lugares de veraneo, San Clemente, Santa Teresita, San Bernardo, Pinamar, Villa Gesell o Mar del Plata por ejemplo. Cuando un viajero le pregunta a alguien que hizo en sus vacaciones, y el otro le responde; “me fui dos semanas a veranear a Santa Teresita”, al viajero le resulta igual que le hubiese dicho “tire un montón de días en un lugar lleno de gente, caro, y donde me estresé más de lo que me estresa la oficina”, o “no pude hacer absolutamente nada y me tuve que ir a la costa”.
La costa atlántica por algún misterioso motivo goza de uno de los peores prestigios en lo que a viajes se refieren para el gusto de los viajeros, y yo vengo acá a desmitificar esa mala fama, a defender lo que alguna vez nos gustó mucho, para amigarnos con la costa que tantas alegrías nos dio de pequeños.
Para muchos de los viajeros que hayan nacido en Capital, Gran Buenos Aires, o inclusive Rosario, la costa significó el comienzo de los viajes, las pruebas pilotos de los después nos largaríamos a hacer en lugares muchos más lejanos. El comienzo de la independencia de los viajes. Por lo menos en mi caso, desde mis 3 hasta mis 17 años, cada año pasé alguna parte de mis días en Valeria del mar, y tengo los mejores recuerdos de esos años. Después llegaron los viajes con mochila y nunca más volví a pasar 2 semanas de vacaciones en enero o febrero en la costa. Pero sé que el ciclo se repetirá en algún momento… al contrario de renegar de la costa atlántica, se que fue la costa una de las causas que me hicieron amar al mar con toda mi alma. Y fueron el comienzo de los viajes.
Les quería traer al recuerdo situaciones del pasado y del presente para los que fueron de pequeños a la costa, y los que aún hoy, aunque sea en los fin de semana largo, siguen disfrutando de nuestro siempre amado océano atlántico.
– Las paradas clásicas en la ruta:
Cuando vamos con mi chica para la costa, es todo un ritual hacer ciertos rituales que sin ellos el viaje sería mucho más aburrido. El mate es un clásico, también lo es parar en Atalaya a comprar las típicas medialunas para acompañar el mate, y parar en una parrillita en Dolores a comer un senguche de vacio, y ya sea a la ida o a la vuelta también es un clásico parar en esos pequeños puestitos al lado de la ruta para comprar queso y miel a la gente que los hace de los alrededores.
– Los partiditos de futbol en la playa/ partiditos de Vóley/partiditos de básquet.
El partidito a veces empezaba con un 2 contra dos, hasta que alguno más se sume. Después llegaba uno y preguntaba si quería jugar, y se le respondía: – trae uno más y van uno para cada lado. Después llegaban dos más y los jugadores y el largo de la cancha se iban agrandando proporcionalmente, hasta que de pronto se formaba un partido ideal de 7 contra 7 más o menos, y el partido se ponía apasionante. La mejor hora por lejos era tipo las 6 de la tarde, porque había más playa para expandir la cancha. Y después del partidito, todos al agua, para un merecido chapuzón. el rol de las chicas era por lo general jugar cuando son dos contra dos, o tres contra tres, y después cuando el partido se agranda se sentaban a un costado, y su misión era ir fichando a los chicos que están jugando el partido y que corren de acá para allá.
Era toda una decisión decir si jugar en la arena mojada o la arena seca. La arena mojada era para lo habilidosos, lo que no era mi caso, y la arena seca era para los que tenían aguante, donde salía favorecido.
Los partidos de vóley eran mixtos, ganador queda en cancha, siempre se solían formar 3 o 4 equipos, y durante el partido se jugaba a matar o morir, y cuando se perdía y tocaba quedar afuera, lo fundamental era chamuyarse a las chicas jugadoras o las espectadoras.
Los partidos de street básquet creo que son un recuerdo para mí y para los que gusten del básquet, porque en realidad no eran populares, son servía para ahogar esa sed de básquet que teníamos los apasionados por la naranja durante nuestras vacaciones.
– Los fogones en la playa a la noche
Se armaba un poco espontáneamente. Se iban a buscar maderas en el bosque y se armaba en un médano, detrás de un arbusto para que no pegue tanto el viento. Si había una guitarra el fogón garpaba mucho más. Y si había un poquito de alcohol también. Siempre algún flojito terminaba vomitando por ahí atrás del arbusto vecino. Pobre el de la guitarra era el que le ponía más onda al fogón, pero el que menos podía chamuyar por su tarea de guitarreo constante.
– Las jodas en Gesell/San Bernardo/Mar del Plata
las primeras salidas nocturnas adolescentes, donde uno se sentía mucho más cómodo y a gusto que en la gran ciudad, fueron en la costa. Además de que para muchos fueron las primeras vacaciones sin los padres donde uno podía hacer realmente lo que quiera, también por lo general todo quedaba cerca, entonces íbamos caminando de la casa a la playa, de la casa a hacer las compras, de hacer las compras a salir de noche, y de salir de noche a volver a casa de madrugada y porque no, a veces medio doblado. No sé a ustedes, pero las salidas por la noche en la costa me sentaron un precedente importante para viajar después cuando iba por otros países.
-Los amores de verano/primeros signos de adolescencia
Recuerdo el año que volví de Disney y fui a la costa a pasar unas semanas en febrero.
Yo tenía unos 13 años, acababa de venir de jugar y divertirme en Magic Kingdom con Mickey Mouse, Pluto y compañia, y ahora me encontraba en la costa, pensando en básquet, en futbol y en juegos de playa. De pronto, yo estaba en la orilla mirando al mar y se me acercan dos «mujeres», que tenían los mismos años que yo, pero tenían el cuerpo complemente desarrollado, y con una bikini que no llegaba a cubrir todo su crecimiento acelerado de sus proporciones.
Yo era apenas un nene en comparación a ellas. Me invitaron a ir a la noche «al mástil del centro», para charlar y divertirnos. Una me miraba y sonreía. Yo me intimidé bastante, y les dije que seguramente nos encontraríamos ahí en el mástil. Nunca las vi a las chicas, me dio mucha vergüenza acercarme a ellas. Pero básicamente ese fue el comienzo de los amores de verano para mí, porque a pesar de que nunca más vi a esa chica, quede embobado con ella por ser la primera. No hubo ni un beso siquiera, pero si una mirada. Y eso lo es todo, más si hay un mar de fondo.
– Las caminatas
Era una actividad para todas las edades. No se entiende por qué, pero una de las acciones preferidas de todos es el simple hecho de caminar; a favor del viento, o en contra del viento. Estás tirado en la playa, y ves gente yendo y viniendo, caminando, hablando entre ellos si son un par, y también luciéndose , porque no.
– Los atardeceres y los amaneceres
El atardecer era una cuestión de esperarlo en la playa nomás. llegadas las 7 de la tarde el cielo se ponía rojizo, empezaba el fresquito, y no había nada más valorado que un termo caliente para los mates.
Por suerte mi casa quedaba a metros de la playa, así que íbamos a calentar agua y se armaban unos mates ahí en la playa, en pleno atardecer. El atardecer era el momento ideal para jugar al futbol, para meterse al agua, y por qué no, para un buen chamuyo al lado del mar.
Para el amanecer la cosa era diferente, porque había que quedarse durante toda la noche. Con unos churros la espera se hacía menos pesada, pero igual no siempre había cuorum para quedarse hasta la madrugada. Con la adolescencia llegar hasta las 6 de la mañana se hacía más fácil, porque ya era algo común salir por la noche hasta altas horas.
-Los fines de semana largo en la costa
Cada fin de semana largo en Baires y alrededores, todos nos preguntamos más o menos lo mismo; Y si vamos a algún lugar de mini vacaciones? Y por más que soñemos todos los fines de semana largos en intercambiar Iguazú, Mendoza, Córdoba, Jujuy, Ushuaia y Península de Valdez, la mayoría de la gente termina en la costa, que suena como el peor de los viajes que se puede planificar, pero que después de todo no deja de ser un viaje, y por lo menos yo cada vez que voy para la costa, una vez que pongo los pies en la arena lo disfruto enormemente.
Los años pasan, los pasatiempos también
Aunque parezca a años luz de lo que es ahora, antes no había ni telefonos celulares, ni cable, ni internet, ni siquiera una televisión, así que teníamos que hacer pasar el tiempo con las generalas (los dados), el scrabel, el chinchon o el truco.
Y después estan los pasatiempos que aún perduran; La paleta, el tejo, la pesca…
Los jueguitos (fichines): Había una clara división entre los que jugaban al tetris y los que jugaban al street figther. Yo era de los primeros, pero no era un groso en la materia, cosa que Diego si.
la vida de playa
La vida de playa lo es todo para mí. Es la idea de que la naturaleza nos puede proveer de maravillas como la playa y el océano, y nosotros solo necesitamos respirar el aire de mar y recibir el sol para ser felices. Con poco lo tenemos todo. Una malla, una remera, unas ojotas y podemos pasarnos 15 días de la misma manera, y de lo más felices. Eso lo aprendí en la costa atlántica, y cada vez que voy a otras playas del mundo, sea en Brasil, en España, en Tailandia o en México, se que voy a tener también mi corazoncito en la costa atlántica, porque fue la primera que me enseño a amar al mar.
Objetivo; Perderse en el bosque:
Entramos en el bosque de Cariló con el auto con el claro objetivo de perdernos, a propósito. Igualmente no es nada difícil perderse. Una a la derecha, la próxima a la izquierda, la otra a la derecha, y estamos en un lugar desolado. En medio de un inmenso bosque de pinos y pájaros con olor mezclas de olor a mar y maderas.
Especial de Valeria del Mar:
Para todos, inclusive al día de hoy, sigue siendo casi un rito el sonido de la sirena llamando a comer de las 9 de la noche de Tamarisco. En mi casa cuando éramos chicos podíamos jugar por todo Valeria del Mar hasta las 9 de la noche, y cuando sonaba el sonido de la sirena de Tamarisco, volvíamos a casa porque sabíamos que mamá nos esperaba con la comida casi lista.
Cuando tenga hijos voy a enseñarles que tienen que amar la naturaleza, y ojalá pueda pasar mucho tiempo con ellos junto al mar.
Nostalgia en estado puro.
Que lindos recuerdos. Que ganas de recorrer toda la Costa Atlántica con un grupo de amigos como cuando tenía 20. Y eso que te escribo este comentario desde las playas de Tailandia. Pero los recuerdos de mi primera vez en Mar del Plata, las salidas en San Bernardo, Villa Gesell y Pinamar. Los viajes en pareja a Mar de las Pampas. Los campamentos a Mar Azul y las Gaviotas. Las visitas fugaces a La Lucila y Mar de Ajo. Cuantos recuerdos hermosos se me pasan por la cabeza en este instante. Me transportan a otro momento de mi vida donde también, como ahora, fui mi feliz.
Gracias por este texto. Lo andaba necesitando.
Abrazo viajero.
Pila
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Que bueno que te produzca recordar los buenos momentos! Estoy seguro que muchos de nosotros tenemos muchas anécdotas que contar en las playas de Buenos Aires. Ahora soy yo el que me transporto a las playas de Tailandia cuando me contás que andas por allá. Yo también fui muy feliz en las playas de sudeste. Saludos!!
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