Glamorosa Firenza
No querer a Florencia sería un pecado. Es una ciudad pequeña, pero que a la vez goza de mucha historia, es la cuna del Renacimiento, y tiene una gran herencia artística y arquitectónica. Es una ciudad glamorosa, pero a la vez con aires de campos y flores.
Es un complemento perfecto para visitar, caminar y relajarse. Con May veníamos corriendo en el viaje de acá para allá, y Florencia nos sirvió para descansar entre el campo, los parques y el sol.
Ya veníamos viendo los típicos paisajes de la Toscana en el tren que nos llevaba desde Roma a Florencia, con los todos los campos impecablemente sembrados con trigo, arroz y maíz, y también con el cultivo de la vid y el olivo. Bajamos del tren y lo primero que vimos fue como un pequeño caos de gente, pero nos tomamos un respiro y nos dimos cuenta que tampoco era para tanto, que era solo un pequeño caos, nada que no se pueda sobrellevar. Enseguida encontramos el bus que nos teníamos que tomar y nos fuimos para lo de Raffaella, nuestra anfitriona que nos esperaba con una panza de casi 9 meses. Por suerte otra vez nos tocó un departamento super agradable, tranquilo, limpio, y con una ventana a la calle que me encantaba.
Me gustan mucho las ventanas, me dan una sensación fresca y de libertad. No hay nada más lindo que abrir una ventana y sentir el contacto entre dos mundos que se cruzan.
El desayuno era de lo más completito que tuvimos en todo el viaje, con café, frutas, pasteles y jugos para comer hasta cansarnos.
Una tarde por Florencia
Alcanza una tarde para conocer el centro de Florencia. Desde la Termini, caminamos por Via del Panzani, y después por Via del Cerretani, y cuando nos quisimos dar cuenta nos chocamos con la Piazza del Duomo, es decir, la iglesia típica de Florencia, la que tiene la característica cúpula (Cúpula Santa maría del Fiore), la de colores raros, como blanca con verde agua. Después caminamos por Via del Calzaiuoli hasta Piazza della Signora, donde está una de las réplicas del David y otras figuras de suprema belleza, y después caminamos por una callecita llena de esculturas (Piazzale del Uffizi), hasta dar con el Fiumi Arno (el río), para después ir hasta el famoso Ponte Vecchio. Todo lo demás que puedan recorrer será un plus. Y claro está, si quieren ver el verdadero David, habrá que ir al museo de la Academia, alejado unas pocas cuadras, para dejarse encantar por la obra de Miguel Ángel.
Lo demás fue anecdótico, de viajeros, romántico (soy un tonto, lo sé), y pasajero.
Nos tomamos un bus y nos fuimos a la cima de Florencia a ver la ciudad desde un cerrito; comprando chalinas charlamos con una persona que resultaba ser un conocido de la esposa de Batistuta y nos contó anécdotas de nuestro astro goleador;
volvíamos al depto y a la habitación, abríamos la ventana, y entre la merienda, el sol cayendo y ella tras una ducha refrescante, la cama nos tendía una trampa y los jeanes quedaban en el suelo hasta la hora de la cena;
ahí a media cuadra encontramos otra trattoria amiga y volvíamos a repetir pizzas, pastas, vino y cervezas. Nunca me emborraché en el viaje, pero si terminaba más contento de lo común.
Después las horas del desayuno de nuevo, y a seguir viajes… no hay nada más lindo que volver a recuperar la sonrisa mediante los viajes.