Aviso: los dichos en este relato se corresponden algo a la realidad, pero la mayoría se corresponde a la ficción. Cualquier hecho de lo contado en el relato sobre otras personas ajenas a mí que se parezca a la realidad será pura coincidencia. Por favor, que nadie se sienta tocado, identificado u ofendido con el escrito. Lo que hablo de mi, si es real, lo demás es solo a nivel general o imaginativo, nada tomado de alguien en particular. Gracias.
Hace unos años me mudé de casa y como el club donde fui toda mi vida me quedaba lejos comencé a ir a otro que solo me quedaba a media cuadra de mi nueva casa. Era la primera vez que iba a un gimnasio. Siempre había entrenado en equipos, por lo que ir solo a un gimnasio me sonaba raro, pero a la vez se adecuaba a mis nuevas necesidades. en el gym había clases grupales, pero la sala principal, que era para hacer cinta y musculación principalmente, era donde estaba la mayoría de la gente haciendo ejercicio.
Introvertido en un mundo social
El primer día no conocía absolutamente a nadie. Conocí a los profes, todos rebuena onda, y supuse que pronto iba a hacerme amigos de la mayoría de los que iban al gimnasio. Pasados los primeros 2 años en el gimnasio, ahora ya me hablaba con… dos personas, las cuales no recordaba ni su nombre. A muchos del gimnasio los veía todos los días (iba cuatro veces a la semana), pero a pesar de que los veía más que a mi familia y que a mis amigos, ni siquiera compartíamos un cruce de mirada con mirada. Está bien, gran parte de la culpa de no socializar se podía deber a mi personalidad introvertida, pero otra parte también se debía al individualismo de los ejercicios o al hermetismo de los grupos que veía. Como digo, en gran parte era mi culpa porque me cuesta socializar. Yo veía muchos grupos de amigos charlando, o muchos socializando en el gym, pero también creo que hay otros tantos que están solos ahí y no hablan con absolutamente nadie. Me encantaría saber si es porque no quieren o porque no pueden. Yo simplemente no podía, no sabía como hacer para poder charlar con otra gente. Aunque sea decirles buenas tardes.
En su momento, mi mayor logro deportivo había sido ser elegido dos años como mejor compañero de mi equipo de básquet. Realmente es el logro que más valoro, inclusive por otros logros individuales u otros campeonatos logrados. Pero ahora ahora no tenía ni equipo ni era compañero de nadie. En realidad era era compañero de todos, que es lo mismo que decir de nadie.
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Como solución, comencé a hacer clases grupales porque de esa forma suponía que iba a conocer al grupo de gente con los que hacía ejercicio. Hice yoga, hice aero box y también probé con clases de Funcional, pero a pesar de que la clase era grupal, yo sentía que solo éramos un conjunto de individuos. Justo cuando me había enganchado con la clase de funcional, donde cada vez conocía a más gente, llegó la pandemia y arruinó todo. Tocó hacer clases por zoom y por Meet durante un año y algo más.
El espejo infinito
Si me pongo a observar a la gente que va al gimnasio, veo todo tipos de personas, pero por, sobre todo, predomina la vanidad y el amor hacia el espejo, es decir, hacia uno mismo. Un mundo hedonista donde la imagen que desprenden de uno mismo es lo fundamental. Después de todo, la mayoría de los que van al gimnasio van para verse bien, y mientras más entrenan, mejor se ven. Por eso les encanta verse en el espejo para ver los cambios. No los culpo, esta bien. Lo raro también es que a pesar de que muchos se podrían sentir bien consigo mismos, al compararse con el otro que va al gimnasio y está más musculoso, más marcado, más flaco, más joven y más todo, terminan angustiándose por no poder ser como eso que aspiran ser. Un mundo tan infinitamente inconformista como vanidoso, espejos contradictorios en un mismo ser. Un día me amo y al otro día me odio. Ir al gimnasio será un arma de doble filo, porque servirá mucho para tus progresos físicos, pero las odiosas comparaciones pueden terminar fulminándote. De seguro habrá muchas salvedades que no son así, pero algo de lo que digo presiento que puede haber.

Tinder club
Hablo todo sin ningún conocimiento de causa, pero me la juego a que en el gimnasio habrá una cadena gigante de histeriqueo y búsquedas de parejas constante. Todos se visten para la ocasión. Muchos van impecablemente vestidos, con vestimenta comprada en Miami o similar. Yo con mi remera rota me siento un poco desubicado, pero siempre entrené con remeras rotas, así que sigo usándolas. El cruce de miradas es constante entre los chicos y chicas que van al gimnasio, pero todo se hace bajo un manto total de cautela para que nadie note que está mirando ni que está siendo mirado. Dentro del gimnasio donde podemos ver a esa chica escultural, también vemos a la pareja de la chica escultural que la vigila con disimulo. El señor que está mirando a la mujer de rulos que hace sentadillas, justamente es el padre de la chica a la que el chico del colegio caro se la pasa mirando. Una cadena de miradas constante. La chica que está obsesionada con ese chico lindo y musculoso creo que todavía no se dio cuenta que ese chico lindo y musculoso es gay. El novio de la chica morocha que está en la zona de abdominales pasa cada 5 minutos a darle un pico, como marcando el territorio para los imprudentes. La parejita de amigas que se la pasan todo el día juntas todavía no saben que hay otra pareja de amigos que se mueren por hablar con ellas pero que no se animan ni creo que se vayan a animar. Las miradas se confunden y no se entienden si son de aprobación o desaprobación. Muchos están en su propio mundo con unos mini auriculares en sus orejas, como si estuviesen poseídos por un aparatito que los enajena. Imposible ni siquiera sacarle un segundo de charla porque están abstraídos por su música. Confieso que a veces yo soy uno de esos aliens. Casi no hablan con nadie, solo se dedican a hacer ejercicio y nada más. Yo intento establecer un cruce de miradas con la gente del gimnasio para por lo menos cruzar unas palabras, pero solo me sale hablar con algunos pocos compañeros con los que tengo confianza. Cada vez que cruzo un cruce de miradas con una chica nunca llego a establecer ningún tipo de diálogo. O deben pensar que las quiero chamuyar o que soy un asesino serial. O las dos cosas.

Para mi el gimnasio debe cumplir la función de club para hacer ejercicio, pero también debe tener esa parte social para poder socializar con la gente que uno tiene al lado, sino sería demasiado aburrido. Pero al ser la mayoría de los ejercicios individuales, medio que se complica la parte social.
Redes sociales club
Siendo una persona introvertida que nunca va a iniciar una conversación cara a cara, a veces es más fácil hablar a través de las redes sociales como Instagram que en el gimnasio. Comencé siguiendo a mi profe de funcional y fui agregando compañeros del gimnasio para saber más sobre ellos y por lo menos tener un tema de conversación cuando los vea en el gym. Así poco a poco fui sabiendo más de ellos y les pregunto por el viaje que hicieron, la competencia que estuvieron o los entrenamientos que metieron. En la era de la tecnología, a veces sabemos más de la persona que tenemos cerca a través del teléfono celular que a través de los propios ojos. Además, también confieso que me gusta cuando comparten los logros a través de las redes. Igual sacar más de un «¿Cómo estas? – Todo bien!» es un poco complicado cuando no sabéis absolutamente nada de esa persona.

En las redes sociales todos nos mostramos (me incluyo) sonrientes siempre, felices siempre, sin ningún problema nunca y en un mundo feliz. Pero también hay que saber que detrás de esa foto sonriente en una tarde de sol, posiblemente también haya habido llantos en una noche de lluvia o angustias en una tarde sola frente al televisor y un pote de helado para calmar ansiedades. Por eso es que no debemos conformarnos solo con la imagen, sino también con la persona que hay detrás de esa imagen. Tenemos que recordar que las redes sociales solo muestran una mínima parte de esas personas, que no sabemos casi nada acerca de ellas, por lo que debemos tener mucho cuidado de decir o emitir un juicio de opinión de alguien a quien no conocemos.
Sociología GYM
No lo puedo evitar. Está dentro de mi. Me gusta ver a las personas y saber que hay detrás de ese individuo haciendo ejercicio. En el tren me pasaba lo mismo. Me la pasaba viendo las caras de la gente para saber como podría ser la vida de esas personas desconocidas que todos los días me acompañaban al trabajo en el tren de las 8 y 20. Alguna de esas personas que tomaban el tren conmigo también las veía en el gimnasio. A pesar de eso, nunca crucé ninguna palabra con la mayoría de ellos. Son personas desconocidas. Pero las veo todos los días, por eso me resulta raro no saber nada de esos desconocidos tan cercanos. Recuerdo cuando conocí a un compañero en yoga y me comentó que era español y de su historia de amor que lo trajo hasta Banfield. O cuando a través del instagram de una compañera de yoga supe de sus competencias de halterofilia y entendí porque le metía tanta garra al gimnasio. Y así como supe de esas personas, también me ponía triste cuando de pronto no veía más a alguien que solía venir todos los días y no podía preguntarle a nadie que fue de la vida de ese desconocido tan habitué en mi día a día.

Post pandemia
Después de la pandemia fuimos volviendo todos al gimnasio. Primero unos pocos, en horarios reducidos y con barbijos. Después los horarios se fueron extendiendo y ahora, con las vacunas aplicadas, la llegada del calor y el virus un poco menos presente, el gimnasio explotó de gente. Están los que se habían ido y que volvieron, los que nunca se fueron, están los nuevos que se suman, y están los que siempre deciden empezar con la llegada de la primavera para verse bien en el verano. Yo antes iba cuando volvía temprano del trabajo y sentía que tenía fuerzas para ir, pero ahora que no me tengo que mover de casa, casi que voy al gimnasio como una forma de relajar la cabeza después de estar todo el día frente a la computadora.
Los lunes a las 7 de la tarde el gimnasio explota de gente, pero un martes a las 8 de la mañana estará casi desierto, así que cada uno decidirá en que horario puede y quiere ir. Por estos días en los que todavía trabajo desde casa, yo podría ir un martes o miércoles a las 10 de la mañana pongamos, donde casi no hay gente y todos los aparatos están disponibles. Pero debo confesar que también me gusta ir más tarde para contagiarme de la energía de los demás haciendo gym, corriendo, levantando pesas, andando en bicicleta, haciendo crossfit o bailando zumba. Después de todo, no nos olvidemos que somos seres sociales por naturaleza. Por suerte cada vez hablo con más gente en el gym. Me gusta llegar y saludar a los que están, aunque tan solo con una sonrisa a lo lejos. Esa es una excelente forma de empezar la jornada.

¿Y vos? Tu opinión me interesa. ¿Sentís algo de todo esto en el gimnasio? ¿Qué otras cosas más ves en el gym? ¿Vas solo para mejorar tu estado físico, o también como una forma de abstraerse de otras obligaciones? ¿Vas con fines sociales también? ¿Preferís el gimnasio completamente vacío o te gusta sentir la energía de los demás que también hacen ejercicio? Los escucho en los comentarios!